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El doble pensamiento orwelliano está acabando con la acción climática

Pilita Clark

Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 1 de abril de 2024 a las 04:00 hrs.
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Sólo un tonto diría que las personas que dirigen las principales empresas financieras del mundo son tontos. Pero cuando los historiadores reflexionen sobre la respuesta de Wall Street al cambio climático en la tercera década del siglo XXI, verán muchas cosas que parecen profundamente imprudentes.

Prueba uno: el creciente número de gigantes financieros que se están retirando de la acción climática ante campañas engañosas contra el llamado “capitalismo woke”. En las últimas cinco semanas, JPMorgan, State Street, Pimco e Invesco abandonaron Climate Action 100+, una coalición de inversores internacionales que presiona a las grandes empresas para que aborden el calentamiento global.

“Los grandes inversores se están distanciando de las iniciativas climáticas a las que se unieron recientemente. ¿Por qué diablos Wall Street está cayendo en esta trampa?”

BlackRock, el mayor administrador de dinero del mundo, también redujo su participación en el grupo. Vanguard, el segundo administrador de activos más grande, nunca se unió, pero abandonó otra gran alianza climática, la iniciativa Net Zero Asset Managers respaldada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Por otra parte, un grupo de cero neto para aseguradoras ha sufrido tal éxodo de miembros que algunos pensaron que colapsaría.

Estas deserciones importan. El mundo se está calentando más rápido de lo que esperaban los científicos. Las emisiones de combustibles fósiles deben reducirse pronto. Los gobiernos con problemas de liquidez necesitan toda la ayuda del sector privado que puedan conseguir para impulsar el gasto mundial en energía limpia, que idealmente debería aumentar de US$ 1.8 billones en 2023 a US$ 4.5 billones anuales a principios de la década de 2030.

Más bien, estamos viendo lo contrario. Los grandes inversores no sólo se están distanciando de los grupos a los que se unieron recientemente. También han contribuido a una fuerte caída en el apoyo a las resoluciones de los accionistas que buscan presionar a las empresas para que hagan más en materia de cambio climático y cuestiones sociales. Pueden alegar que las resoluciones climáticas se han vuelto más exigentes y que evitar los combustibles fósiles cuando los precios de la energía son altos corre el riesgo de incumplir su deber de maximizar los retornos de inversión. Pero también saben que, en última instancia, este enfoque de seguir como siempre plantea un riesgo poderoso para esos retornos.

Todo esto refleja el creciente éxito de los republicanos estadounidenses que afirman que las corporaciones que tienen en cuenta los factores ambientales, sociales y de gobernanza, o criterios ESG, y se unen a alianzas climáticas industriales, están anteponiendo la política a las ganancias, con una agenda de izquierda que podría violar las leyes antimonopolio.

Sus victorias muestran lo fácil que es manipular el lenguaje, negar hechos básicos y desplegar el proceso de “doble pensamiento” del que George Orwell advirtió hace más de 70 años. Si tienes dudas, te insto a que leas un artículo de una revista jurídica escrito por la luminaria del gobierno corporativo Leo Strine, ex presidente del Tribunal Supremo de Delaware.

El artículo de Strine, titulado “La ignorancia es fuerza”, compara sin rodeos a los opositores a la acción climática con las egoístas élites partidistas que niegan la verdad en la novela distópica de Orwell, “1984”, y con los cerdos que gobiernen en “La granja animal”.

Para empezar, Strine muestra que es una ley establecida que las empresas y los inversores pueden tener en cuenta los principios ESG relacionados con la rentabilidad, e incluso se les puede exigir que lo hagan como un deber fiduciario. Luego expone el doble pensamiento que prevalece en las campañas anti-ESG.

Orwell acuñó la idea de doble pensamiento en “1984” para describir el proceso de adoctrinar a las personas para que acepten dos creencias contradictorias: “la guerra es paz”, “la libertad es esclavitud”, “la ignorancia es fuerza”. Strine sostiene que ese pensamiento es necesario para confiar en los republicanos anti-ESG, que insisten en que los líderes empresariales deberían centrarse en las ganancias, no en la política, cuando ellos mismos están “entre los cerdos mejor alimentados en el comedero del gasto político corporativo”.

Señala que la Asociación de Fiscales Generales Republicanos (RAGA, por sus siglas en inglés), que ha recibido millones de dólares en contribuciones de empresas, es un importante contribuyente a los fiscales generales estatales que atacan a las empresas por apoyar la acción climática. Del mismo modo, los republicanos que afirman que unirse a un grupo industrial para colaborar en la acción climática viola las leyes antimonopolio no han tenido escrúpulos similares respecto de las alianzas con la industria de los combustibles fósiles, como el Instituto Americano del Petróleo (API, por sus siglas en inglés).

Strine acusa a los políticos anti-ESG que le restan importancia a la urgencia de la acción climática de otro pecado orwelliano: ignorar la ciencia y los hechos objetivos para conservar el poder.

He aquí una buena pregunta para todas las empresas que se han retirado de la acción climática en lugar de tomar los pasos tan necesarios para defenderla: ¿por qué cedieron ante ataques tan falsos y defectuosos en primer lugar?

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